La creatividad es un don que todos tenemos y que tenemos que saber explotar. No sólo es creativo aquel que escribe una poesía, compone una canción o pinta un cuadro, la creatividad es más que eso, es amar el riesgo y tener pasión por lo que se nos da bien.
Esa pasión y ese riesgo se pueden aplicar también a los organizadores y responsables de protocolo. La organización de eventos ha sufrido algunos cambios, como casi todos los sectores, por la llegada del social media y las nuevas tecnologías, por eso, lo que se demanda ahora son eventos diferentes, arriesgados y apasionados, que puedan competir en un mercado competitivo y que reporten los beneficios esperados.
Así, la creatividad se ha convertido en uno de los factores más demandados a la hora de organizar un evento. Un evento puede estar bien organizado y tener una buena puesta en escena, pero lo que realmente impacta es la creatividad.
La creatividad no significa jugar con imposibles y fantásticos eventos sino que debe de contar con un punto que asegure su realización. Esa creatividad tiene que estar en consonancia con la efectividad, eficiencia y rentabilidad del evento.
El valor de la creatividad es un factor clave, en un mundo saturado de información. Las ideas originales e innovadoras generan impacto, lo que permite la fidelización del público objetivo a través de la emoción, el recuerdo y utilizando para ello las nuevas tecnologías, que se están convirtiendo en imprescindibles, ya que se configuran como un elemento diferenciador que apoyan a los objetivos del acto.
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